Una mujer sentada en un sofá y delante de ella un hombre que la está entrevistando para la que será la oportunidad de “su vida”, la escena continúa y todo se vuelve más confuso. El sujeto se levanta y le grita: ¿Estás segura que estás lista para este trabajo? Ella responde con seguridad “Sí”.
Él inmediatamente comienza a bajarse el pantalón y toma sus manos para que lo toque, acto siguiente, le baja la falda, la voltea y la penetra, mientras le dice una serie de obscenidades. Este es un pequeño resumen del inicio de una escena –cualquiera- de la temática “sexo forzado” u otras relacionadas a la violencia dentro de la pornografía.
La violencia es el principal ingrediente de este género pornográfico y para muchos eso lo hace más atractivo. Un reciente estudio sobre porno reveló que uno de cada ocho títulos mostrados a los “primerizos” guardaba algún tipo de relación con la violencia sexual.
La investigación fue publicada el 4 de abril porThe British Journal of Criminology, entre otros datos expuestos es que entre la categoría de sexo violento, uno de los más populares es el sexo entre familia. Hallaron 5.785 títulos que involucran relaciones entre familiares y la palabra clave “madrastra” encabeza la lista de búsquedas.
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Otras palabras claves comunes son: “forzado”, “molestar”, “a tiendas” y “emboscada”, además el estudio también descubrió que otros videos con contenido coercitivo son búsquedas regulares: “colegiala”, “niña” y “adolescente” también lideraron la lista de títulos indagados.
Fantasía con las violaciones
El deseo de sentir algún tipo de dominio o sentirse dominado es más común de lo que se piensa. De hecho, las fantasías sexuales son aquellas que se definen como la capacidad de imaginar situaciones irreales, bien sea de forma voluntaria o involuntaria.
En el 2017, una investigación detalló que entre 31% y 57% de las mujeres tenían la fantasía en la que se ven obligadas a tener relaciones sexuales en contra de su voluntad.
Sin embargo, esto no significa que –realmente- estas mujeres estén de acuerdo con las violaciones.
Dr. Michael Yates, psicólogo clínico de la Clínica Havelock, explicó al medio de comunicación Metro.uk que algunas teorías indican que estas fantasías son comunes porque “permiten a las mujeres reducir la angustia asociada con el sexo, ya que no son responsables de lo que ocurre, por lo que tienen menos necesidad de sentir culpa o vergüenza por actuar según sus propios deseos o sentimientos sexuales”.
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También es común que las mujeres busquen este tipo de contenido en Internet, se estima que cerca de un cuarta parte de las búsquedas pornográficas realizadas por heterosexuales son personas de género femenino que desean ver violencia ejercida en contra de su propio género.
El periodista ganador del premio Pulitzer, Chris Hedges, aseguró en un ensayo publicado en el 2015 que este tipo de contenido “glorifica nuestra deshumanización de las mujeres” y comercializa la violación y tortura de las mujeres, a su vez atendiendo un mercado de hombres que persiguen representaciones violentas de mujeres brutalizadas por el género masculino.
Hedges cree que el porno lo único que busca es erotizar el sadismo y son contenidos completamente racistas. Los hombres de color son representados como “bestias dominadoras”, las mujeres latinas como ardientes y de sangre caliente, las asiáticas como geishas y las de color son descritas como mujeres con deseos primitivos.
Dentro de la pornografía las imperfecciones están lejos de existir. Entre los elementos más importantes están las siliconas, el cuerpo ejercitado, el maquillaje impecable y el cabello arreglado.
¿Las actrices experimentan violencia?
La violencia en la pornografía, a veces, no es solo recreada sino también ocurre detrás de la pantalla. La organizaciónFigth the New Drug, creada para crear consciencia sobre la pornografía, se encargó de entrevistar a varias exactrices porno que relataron experiencias desgarradoras dentro de los sets de grabación.
Brittni Ruiz, cuyo nombre artístico era Jenna Presley, confesó que para ella estar en la industria fue traumático. “Fue una tortura durante siete años. Me sentía miserable, me sentía sola, finalmente recurrí a las drogas y el alcohol e intenté suicidarme. Sabía que quería salir, pero no sabía cómo hacerlo”.
Otro testimonio desgarrador es de una ex actriz llamada Alex, ella describió que grabó una de las escenas más degradantes.
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“[Una película en particular] fue la escena más brutal, deprimente y aterradora que jamás haya hecho. He tratado de bloquearlo de mi memoria debido al severo abuso que recibí durante el rodaje. El [intérprete masculino] tenía un odio natural hacia las mujeres, en el sentido de que siempre ha sido conocido por ser más brutal que nunca. Acepté hacer la escena, pensando que no sería más que un puñetazo en la cabeza. Si lo notaron, [él] usó un anillo de oro macizo todo el tiempo y continuó golpeándome con él. De hecho, detuve la escena mientras se filmaba porque tenía demasiado dolor”.
Con los republicanos en la Casa Blanca en el período pasado, se pensó que le harían la “guerra” a la pornografía, puesto que miembros de la Cámara de Representante le enviaron una carta al exfiscal general William Barr para que le recordara a Donald Trump hacer cumplir las “leyes de obscenidades” contra la industria porno. Tomando en consideración que formó parte de una de sus promesas en el 2016.
Sin embargo, el período de Trump terminó y no hubo “avances” al respecto, mientras tanto la ímpetu de los liberales se mantuvo intacta.
En una encuesta realizada por el Institute for Family Studies (IFS), revelaron que los americanos se sienten cómodos con la idea de regular la pornografía o una aplicación más fuerte de las leyes existentes.
La mayoría de los estadounidenses consideran que la pornografía debería tener mayor regulación y que se haga cumplir la leyes para que los menores de edad no accedan a ver este tipo de contenido.
En comparación con el consumo de marihuana, los estadounidenses son menos propenso a aceptar la pornografía. Un estudio realizado por Gallup publicó que 61% de los estadounidenses opina que el porno es moralmente incorrecto.