Pasteles de cumpleaños, ropa, accesorios, salchichas, golosinas y de más, son tan solo algunos de los mimos que mascotas suelen recibir en nombre del cariño pero no es amor sino antropomorfización, entendida como la atribución de cualidades humanas a animales, objetos o fenómenos naturales.
Todo parte de la empatía cognitiva, explicada en el ensayo Empatía, antropoformismo y cognición animal, publicado por la Universidad de La Rioja como la capacidad de adoptar la perspectiva del otro, representando sus intenciones, deseos y pensamientos.
Cuando un sujeto puede comprender y reflexionar respecto a su estado mental y el de los demás, aplica la teoría de la mente. Uno de sus pioneros fue el antropólogo y psicólogo Gregory Bateson.
La premisa se desarrolló mediante la observación de perros que fingían luchar por diversión. A raíz de los signos corporales, Bateson determinó que sabían diferenciar una pelea real y una lúdica. A partir de allí estableció preceptos ligados al aprendizaje, memoria y toma de decisiones.
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A pesar de que este postulado se le atribuye a humanos, la empatía entre especies es una realidad. Casos como el de un simio bonobo que ayudó a un pájaro herido ubicándolo en una rama o el de una gorila que protegió a un niño que cayó al sitio donde ella se encontraba, son indicios.
«Las capacidades para ponerse en el lugar del otro trascienden la pertenencia al propio grupo y a la propia especie, causando comportamientos activos de auxilio y compasión trans-específicos verdaderamente complejos», escribió la autora del trabajo investigativo, Carolina Scotto.
La empatía también se refleja en animales domésticos, especialmente en perros. Scotto citó otros investigadores como Hare y Tomasello para manifestar que se trata de una «evolución convergente» a raíz de la domesticación además de la habilidad social.
«Somos empáticos con quienes nos interesaría y más si nos relaja o proyecta. Nos parecemos a nuestros perros, por ejemplo, porque sentimos de alguna forma que ellos nos representan, o representan a un hijo o amistad que quisiéramos tener», dijo el ambientalista Roger Pacheco Eslava, de Animanaturalis.
Para la veterinaria Sandra Milena Lampardo, es un acto egoísta, como dijo en un programa de Youtube, llamado Desde Abajo, alegando que es una terapia personal. Por eso aconseja estar al tanto de cuáles son las necesidades del animal.
Pacheco confiesa que es difícil entenderlo. Pues la persona no está consciente de perjudicar a su mascota. «Es como malcriar a un hijo. No medimos las consecuencias porque nuestra sobreprotección nos impide ver lo que realmente hacemos».
Afecta su estado físico
Una de las consecuencias de la antropomorfización y humanización, es el contribuir para mal, con el estado físico. Por ejemplo la mala alimentación. Pues en este caso, se les suele dar alimentos como carne cocida, pasta, arroz, pan, entre otros, e incluso golosinas.
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El estómago de cada especie está diseñado para alimentarse de algo específico y por lo tanto, no obedecer esta ley natural, significa causar enfermedades de origen humano como diabetes en perros y gatos.
» Las necesidades nutricionales de los canes son diferentes a las humanas, así que no solo le faltarán vitaminas y minerales, sino que además es muy posible que le estés administrando ingredientes que son comunes en las preparaciones culinarias pero tóxicos para perros», dijo el entrenador de perros, Daniel Aular de Dankroft K9.
Todo lo contrario a la obesidad es el adelgazamiento, producto del consumo de alimentos que no fortalecen el sistema inmunológico debido a la ingesta de comida industrializada y artificial. Alergia, diarrea, gastritis, inflamación del esófago, entre otras afecciones, son unas de las causas del empeoramiento de la salud hasta el punto de ocasionar la muerte
Otro factor es la poca actividad física, sostuvo Lampardo, quien criticó a aquellas personas que «pasean» solo durante minutos u horas. «Eso también es humanizar al hacerlos dependientes del tiempo que tengamos», manifestó Lampardo.
Genera confusión
El apego en exceso o el trato humano también genera confusión mental porque responde a sus actos y comportamientos naturales, al encontrarse en entornos diferentes por excelencia, se limita su desarrollo.
«Muchas veces se compara el bienestar de un perro o gato doméstico versus el de un perro o gato vagabundo», dijo Lampardo para explicar que un perro doméstico no puede correr o estar en manada. En cambio el perro de la calle todo lo contrario. Por lo tanto, la ansiedad es recurrente en el primero.
En vida silvestre pasan tiempo recorriendo sus territorios o buscando alimentos. Si se les confina en espacios pequeños como apartamentos, no son estimulados mentalmente.
«El perro necesita explorar, olfatear, correr y saltar, y al transportarlo de esta manera no puede hacerlo. El resultado: estrés por falta de interacción, además de conductas destructivas», señaló Aular.
Otro aspecto es el hecho de pasar demasiado tiempo junto a la mascota. La veterinaria advirtió que si esto ocurre se generará un lazo dependiente hasta el punto de ocasionarles ansiedad. Esto posiblemente sea el resultado de encontrar el hogar desordenado o destruido. Pues no se trata de falta de inteligencia, advierten veterinarios, sino una expresión de tal angustia debido a la ausencia de su cuidador.
Mascotas felices
Lampardo recomendó ser equilibrados. Pues si se deja libre a un can o felino se puede correr el riesgo ser arrollado o perderse. Incluso, si no están esterilizados, pueden contribuir con la sobrepoblación. No todo está perdido. Hay manuales y guías que ayudan a dar un tratamiento adecuado sin necesidad de trastocar las necesidades reales. César Millán ya ha hablado al respecto
El maltrato animal es una realidad que no solo está ligada a especies salvajes. Por lo tanto, el cuidador debe primero estar consciente de su rol para ayudar a alcanzar una vida plena enmarcada bajo la naturaleza.