La tecnología y el ser humano van de la mano, tanto que ya forma parte literalmente del cuerpo de algunos individuos. Hablamos de los cyborgs.
En la imaginación popular, pertenecen al ámbito de la ciencia ficción o mejor dicho, pertenecían.
Dos investigadores llamados Benjamin Wittes y Jane Chong argumentan que, conceptualmente, las personas han comenzado a transformarse en cyborgs.
Cada vez pasamos más tiempo en los teléfonos inteligentes, los veteranos usan prótesis robóticas y los marcapasos ayudan a que los corazones de las personas sigan latiendo.
Dispositivos como estos han borrado la línea entre el hombre y la máquina.
Esta evolución tecnológica tiene numerosas implicaciones sobre cómo funcionará la sociedad en el futuro.
En su artículo, Wittes y Chong desarrollan un modelo legal teórico para abordar este proceso, al que llaman cyborgización.
En junio de 2014, la Corte Suprema dictaminó que los agentes de policía no podían registrar un teléfono inteligente obtenido durante un arresto sin una orden judicial en un caso histórico conocido como Riley contra California.
Es probable que no se pensó en cyborgs al redactar la decisión, pero el caso tiene implicaciones importantes sobre cómo la ley verá la integración humano-máquina.
La decisión reconoce que una pieza de tecnología es, hasta cierto punto, parte de una persona.
«El 90% de los adultos estadounidenses que poseen un teléfono celular llevan consigo un registro digital de casi todos los aspectos de sus vidas, desde lo mundano hasta lo íntimo», se lee en el documento del caso.
Esto tiene importantes implicaciones para la política tecnológica.
Surgirán cuestiones legales si los teléfonos inteligentes se convierten en herramientas que contienen tanta información sobre un individuo que se vuelven indistinguibles de una persona.
En esta etapa de la ciborgización, Wittes y Chong consideran que las personas son cyborgs juveniles porque nuestra fusión es, según los estándares de nuestra imaginación, mínima.
De acuerdo a ellos, los cyborgs crean datos. El comportamiento humano estándar no genera ningún dato más allá de las huellas y los rastros de ADN, pero cuando se usa teléfonos inteligentes, los datos personales siempre se registran.
De hecho, las personas recopilan datos en forma de imágenes y videos. Se remiten para una variedad de propósitos.
También se recopilan sobre funciones biológicas específicas a través de aplicaciones de salud u otros análisis de datos.
Por ejemplo, los datos recopilados del motor de búsqueda de una persona sirven como proxy de sus pensamientos reales.
La síntesis de datos biológicos y no biológicos es una característica definitoria de los cyborgs.
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El primer cyborg reconocido
Neil Harbisson, el primer cyborg del mundo reconocido legalmente, suscribe este percepto.
«Decidí crear un nuevo órgano para el sentido del color, porque no quería usar tecnología. Quería tener un órgano que me permitiera sentir los colores. Pensé que una antena sería la mejor manera, porque es independiente de la vista y el oído», dijo en una entrevista.
Harbisson es un artista que nació completamente daltónico. Su vida cambió cuando decidió que le implantaran quirúrgicamente una antena en el cráneo que le permitió «oír» el color.
Ahora identifica cada color con una nota musical en particular, incluso las que no podemos ver.
En 2010 fundó la Cyborg Foundation, una organización internacional que ayuda a otros a implantar tecnología de forma permanente en sus cuerpos.
El artista es activista cyborg y aboga por una unión biológica con la tecnología dado a que ya se logró psicológicamente.
Elon Musk está de acuerdo. De hecho, dijo que su start-up Neuralink ha conectado a un mono para jugar videojuegos usando su mente.
Las personas ya son «cyborgs» porque tienen una «capa digital» terciaria gracias a los teléfonos, las computadoras y las aplicaciones, según Musk.
Coexistencia
La antropóloga Amber Case también examina la forma en que los humanos y la tecnología evolucionan juntos.
Como todos los antropólogos, Case observa a las personas, pero su trabajo de campo implica observar cómo participan en las redes digitales, cómo proyectan sus personalidades, se comunican, trabajan, juegan e incluso forman valores en sus dispositivos digitales.
Case fundó Geoloqi, una aplicación privada para compartir ubicación, debido a la frustración con los protocolos sociales existentes en torno a la mensajería de texto y la orientación.
También es autora de Calm Technology: Designing For The Next Generation Of Devices y An Illustrated Dictionary Of Cyborg Anthropology.
Ella también coincide que la sociedad moderna está compuesta de individuos cyborgs.
Case sostiene que la tecnología es esencialmente una extensión del yo.
«Estamos co-creándonos mutuamente todo el tiempo”, expresa Case.
Si bien estos avances han dado lugar a algunos resultados negativos (por ejemplo, pérdida de la autorreflexión), Case sostiene que, en última instancia, nos han ayudado a ser más humanos.
La integración hombre-máquina es sólo un componente de una gran ola de avances que desafiarán a los responsables políticos a pensar en cómo regulamos la tecnología.
Sin duda, el campo de la robótica abrirá una serie de preguntas que los legisladores tal vez abordarán.
Luis Felipe Hernández, Author at Hypertexto | Página 2 de 10
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