Abel González Melo se mueve con facilidad entre la dramaturgia y el teatro, que son aliadas inseparables para el autor.
Nacido en Cuba en 1980, Abel es dramaturgo, profesor universitario de Guión en la Universidad Rey Juan Carlos en España y dirige el Aula de Teatro de la Universidad Carlos III de Madrid y poseedor de diversos premios como el Premio Nacional de Investigación de las Artes Escénicas, Premio Alejo Carpentier y Premio de la Crítica Literaria, Premio Cultura Viva en Madrid y el Premio Casa de las Américas.
Recientemente ganaste el premio Casa de las Américas 2020 por la obra “Bayamesa”. ¿Qué se siente al haber recibido un premio tan importante para Cuba y el resto de América?
Una enorme alegría, un honor y un estímulo. Es un premio emblemático del continente, cuenta ya con sesenta y una ediciones, y lo han obtenido a lo largo de estas décadas autores de diversos países a los que admiro mucho. Escribí “Bayamesa” para celebrar los cuarenta años de Teatro Avante, compañía de la que soy dramaturgo residente, y tiene como eje la vida de una extraordinaria y olvidada poeta cubana, María Luisa Milanés, que se suicidó a los 26 años.
Tengo entendido que no es tu primera vez en Chicago. Anteriormente estrenaste dos obras de la mano de Aguijón Theater: “Adentro” en 2012 y “Epopeya” en 2016, por la cual ganaste el premio Virgilio Piñera. Acabas de estrenar “Kiev”, también con Aguijón. ¿Cómo se da este trabajo en conjunto entre Abel González Melo y la compañía?
De los estrenos de “Adentro” y “Epopeya”, con dirección de Sándor Menéndez, conservo un maravilloso recuerdo. La familia teatral de Aguijón es un regalo para un dramaturgo, por la devoción con que se acercan al texto, el cuidado que ponen en cada detalle del espectáculo, la firmeza con que se lanzan a un proceso real de investigación escénica. Hace ya algunos años les había dado a leer “Kiev”, del prestigioso autor franco-uruguayo Sergio Blanco, a Marcela Muñoz y Rosario Vargas, y ahora que me han invitado a dirigirla, que hemos tenido a Sergio con nosotros en la semana de estreno, solo puedo renovar mi admiración por esta compañía, por el respeto, la pasión y la entrega con que hemos llevado adelante el proyecto.
A nivel teatral y cultural, ¿qué diferencias ves entre presentar obras teatrales en español en Chicago a otras ciudades de Estados Unidos?
Aguijón ha ido generando un sólido equilibrio entre el trabajo con obras de autores locales y la representación en español de dramaturgos internacionales que en Chicago, en su contexto, son prácticamente desconocidos. En ese signo distintivo radica uno de sus mayores méritos: en hacer que los conflictos universales impacten a fondo en la comunidad para la que trabajan. Pienso que solo así puede una compañía ubicarse en el mundo: rompiendo las fronteras, huyendo del localismo y haciendo propios los debates existenciales y sociopolíticos de su momento histórico. Del mismo modo, el sobretitulado al inglés en cada función expande el alcance de las propuestas al integrar al público angloparlante.
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Como dramaturgo, ¿qué te ha hecho enfocarte en la dirección teatral? ¿Qué sientes, cuál es la nueva experiencia con la dirección?
Dirigir ha sido un oasis, una necesidad natural dentro de mi carrera en el teatro. Imagino siempre las fábulas en términos de dramaturgia, es decir, de composición de belleza en el tiempo y el espacio. De ahí que el texto escrito me resulte solo un punto de partida para investigar en determinadas pulsiones con un equipo. Por suerte siempre he podido escoger qué obras hacer. Dirigir autores que uno ama, voces que resuenan en uno (como Federico García Lorca, Josep Maria Miró, Juan Mayorga, Raquel Carrió, Itziar Pascual o el propio Sergio Blanco), es un disfrute y un enriquecimiento continuo. Al penetrar en ellos junto a los actores, siento que no paro de crecer, de transformarme. Entiendo la dirección como la he aprendido de mis maestros, en especial de Carlos Celdrán: la oportunidad de compartir en presente, en público, la emoción de una experiencia íntima con la máxima precisión.
Cuéntanos de “Kiev”. ¿De qué va la obra?
Tras una larga ausencia, Eiren Badenweiler regresa con sus hijos Alden y Dafne a la abandonada residencia de veraneo familiar, donde la esperan su hermano Esvald, el antiguo preceptor Tavio, y la noticia de que la propiedad será puesta en venta. Durante un fin de semana, el reencuentro con el pasado irá sacando a la luz todos los fantasmas, rencores y secretos acumulados entre las sucias aguas de la piscina y el interior de estos seres que se despedazarán intentando, a toda costa, salvarse del dolor, la mentira y la culpa. Según el propio Blanco ha declarado, la obra se inspira muy libremente en “El jardín de los cerezos” de Antón Chéjov. Es como si el dramaturgo continuara diseñando el árbol genealógico de una estirpe. Pero a diferencia de los personajes rusos, los Badenweiler son inevitables herederos del siglo XX, con toda su maravilla y todo su horror.
¿Es la primera vez que diriges una obra de Sergio Blanco o has dirigido otras obras de este autor?
En 2014 dirigí por primera vez un texto suyo: el monólogo “Kassandra”, protagonizado por la actriz Giselle Sobrino, en el Teatro Nacional de Cuba. Es una obra deliciosa que reescribe la trayectoria de la mítica heroína griega para hablarnos de tensiones humanas y políticas, del eco de la cultura clásica en nuestros días, de un cuerpo-cartografía mutilado por la barbarie. Resultó un viaje alucinante, un reto superior tanto para Giselle como para mí: la obra requiere ser interpretada en el “broken English” con que la protagonista lucha por ser entendida.
¿Qué te hizo elegir “Kiev”? ¿Qué tal ha sido la experiencia?
Me fasciné con “Kiev” desde la primera lectura. Sin hacerlo explícito, el autor nos enfrenta a la dictadura de su país, Uruguay, a los centros de tortura, a la enajenación que va provocando el mal sostenido. La trama ilumina, desde su particularidad, la turbulenta historia de nuestros países latinoamericanos, la herencia de odio que nos ha ido consumiendo. En lo personal es un texto que me habla del trauma que los regímenes totalitarios generan en los seres humanos, de la impunidad con que el horror continúa propagándose, de la purgación de la culpa a través del sufrimiento. Todo ello con enorme altura literaria, filosófica y ética, a través del prisma de una familia lacerada en lo más profundo.
La experiencia ha sido deliciosa: nos hemos sumergido en cada parlamento, cada secuencia y situación, para intentar comprender a fondo los comportamientos de los personajes y que la experiencia de escenificar este gran texto resulte viva, contundente, estremecedora. He tenido la suerte de contar con un elenco de lujo, muy comprometido, sin miedo a subirse a lo más alto de trampolín: Rosario Vargas, Marcela Muñoz, Sándor Menéndez, Israel Balza y Oswaldo Calderón; Sylvia Meyer en la música, Maydi Díaz como stage manager, Augusto Yanacopulos en la escenografía, Pilar Fernández Melo en el diseño gráfico, entre otros destacados artistas y técnicos.
¿Qué piensas del estado del teatro en español en Estados Unidos? ¿Cuál es tu impresión?
Mi tesis doctoral se centró en cuatro notables autores cubano-americanos que desarrollaron su obra en New York: María Irene Fornés, Iván Acosta, Manuel Martín y Pedro Monge Rafuls, y eso me permitió adentrarme en el rico e inagotable universo del teatro hispano en Estados Unidos. Tuve la oportunidad de conocer de primera mano el trabajo de Repertorio Español durante mi visita a New York para el estreno de mi obra “Por gusto”, que dirigió Leyma López, así como el de Aguijón en Chicago en varias ocasiones. Sin embargo es en Miami, por razones evidentes, donde más teatro en español he hecho y visto: Teatro Avante (que desde hace treinta y cinco años presenta el aclamado Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami), Arca Images que celebra dos décadas de vida, y Artefactus Cultural Project, sobresalen dentro de este panorama por la diversidad de sus programas y la calidad sostenida de sus propuestas.
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Ahora mismo me encuentro enfrascado en los ensayos de “Vuelve a contármelo todo”, un “thriller sentimental” que produce Arca Images y se estrena en el Miami Dade County Auditorium a finales de marzo. También “En ningún lugar del mundo”, producida por Teatro Avante con dirección de Mario Ernesto Sánchez, clausurará la conferencia Latin American Theater Today (LATT) en la Universidad de Kansas a inicios de abril, al tiempo que culmino la escritura del nuevo texto que Avante estrenará en el Adrienne Arsht Center el verano próximo, dentro del Festival, y del cual solo puedo adelantar que trata un asunto de imperiosa actualidad y resonancia universal.
En Madrid hemos retomado, con vistas a una próxima gira, los ensayos de otro texto mío, “Fuera del juego”, inspirado en el proceso de censura que sufrió en Cuba el poeta Heberto Padilla hace medio siglo. Como ves, la dramaturgia y la dirección se han ido convirtiendo en aliadas inseparables.