En marzo de este año, cuando el presidente Trump declaró una emergencia nacional, la cantidad de background checks se disparó, según el sistema del FBI que examina a los compradores de armas.
Los datos muestran que el FBI procesó 52,252 verificaciones de personas que buscan comprar armas de fuego en Nueva York, un aumento del 121% desde junio de 2019, informó el New York Post.
Solo a mediados de marzo, se enviaron 104,084 solicitudes de verificación de antecedentes en todo el país, según datos el FBI.
En más de la mitad de los estados de EE. UU., el número de verificaciones de antecedentes de compradores de armas de fuego este año es al menos un 50% más alto que en julio del año pasado.
«A medida que aumentó la cantidad de verificaciones de antecedentes enviadas al FBI, también lo hizo el porcentaje que se retrasó más de tres días hábiles, un plazo crítico después del cual la ley federal permite a los comerciantes vender legalmente un arma sin un verificación de antecedentes completa», reseñó el canal afiliado de NBC, KSDK.
Esto significa que puede haber sido más fácil que las armas cayeran en manos de personas que no pueden poseerlas legalmente.
Dylann Roof pudo comprar el arma que usó para matar a nueve feligreses negros en Charleston, Carolina del Sur, en 2015, según los medios.
Roof tenía antecedentes por posesión de drogas, lo que significaba que no podía poseer legalmente un arma, pero después de transcurrido el período de tres días, el comerciante de armas no chistó.
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Un panorama desalentador
Sin duda, estos números no son un retrato perfecto de las ventas de armas: no incluyen datos de 20 estados que procesan algunas o todas sus verificaciones de antecedentes ellos mismos en lugar de hacerlo a través del FBI.
Y no todos los background checks representan una venta de armas; muchas se ejecutan cuando las personas solicitan permisos, cuando se verifica el estado de los titulares para otros fines.
Una sola verificación también puede representar múltiples ventas de armas. Un estudio del Brookings Institute sugiere que hay 3 millones de armas adicionales como resultado de la pandemia y las protestas por la muerte de George Floyd bajo custodia policial.
Aún así, Jurgen Brauer, economista jefe de Small Arms Analytics and Forecasting, y otros expertos coinciden en que el aumento en las verificaciones de antecedentes en marzo representó un aumento real en las ventas minoristas de armas.
Por ejemplo, la firma consultora de Brauer analizó datos del FBI y descubrió que las ventas minoristas de armas impulsaron el aumento en marzo, junto con un segundo aumento en junio que probablemente estuvo relacionado con las protestas de Black Lives Matter.
En total, la firma estimó que las ventas de armas aumentaron año tras año en un 85% en marzo y un 145 por ciento en junio.
«Cuando comenzó la COVID 19 a principios de marzo y la gente pensó que podrían ser despedidos, en ese momento vimos un gran aumento», dijo al New York Post, Cliff Pfleger, propietario de una tienda de armas de Long Island. de casi todo lo que teníamos en la tienda».
Investigadores de la Universidad de California en Davis estimaron que 2,1 millones de armas adicionales vendidas en todo el país entre marzo y mayo de este año están relacionadas con 776 lesiones relacionadas con armas que no habrían ocurrido sin el aumento en las ventas.
«Durante la pandemia de coronavirus, un aumento agudo en el acceso a armas de fuego se asocia con un aumento de la violencia con armas de fuego», escribieron los investigadores.
La ley está del lado de las armas
A lo largo de la historia de los Estados Unidos, las leyes para regular la industria de las armas de fuego se han quedado rezagadas con respecto al crecimiento y la innovación de esa industria.
La primera ley federal importante en los Estados Unidos que regulaba las armas no se promulgó hasta 1934, a pesar de la presencia de una industria robusta de armas de fuego en este país durante más de un siglo antes.
La Ley Nacional de Armas de Fuego (NFA), fue una medida relativamente estrecha diseñada principalmente como una respuesta a un aumento dramático en el crimen violento organizado durante la era de la Prohibición, particularmente por el uso de ametralladoras.
La ley no volvió a cambiar hasta 1968, cuando los asesinatos de Martin Luther King Jr., el presidente John F. Kennedy Jr. y Robert Kennedy sirvieron como catalizadores de una importante pieza legislativa, la Ley de Control de Armas de 1968.
Esta propuesta estableció por primera vez un marco para el comercio legal de armas de fuego que incluía un sistema de regulación federal y supervisión de los fabricantes, importadores y distribuidores de armas y municiones que exigían que estas empresas obtuvieran una licencia del gobierno federal y se sometieran a supervisión.
Ventas de armas en un momento de tensión
Para nadie es un secreto que el país atraviesa un período de conflicto notable. Las protestas son parte del día. Algunos manifestantes dicen que se han armado para su propia protección.
Esa puede ser una reacción a la presencia en muchas protestas de justicia racial de contra manifestantes armados, en su mayoría blancos y algunos miembros del movimiento de la milicia, que se han enfrentado a manifestaciones contra el racismo en al menos 33 estados, según una investigación de la Organización no gubernamental (ONG), Guns & America.
Gracias a las permisivas leyes estatales sobre armas, a los manifestantes en muchos estados se les permite legalmente portar sus armas en estas situaciones caóticas, indica la organización.
Brett Bass, un instructor de armas de fuego, dijo que los dueños de armas responsables deben evitar enfrentamientos potenciales “evitando grandes multitudes de personas potencialmente armadas en áreas abarrotadas y situaciones caóticas”.
Bass expresó que el entrenamiento intensivo es importante para cualquier persona que lleve un arma para defensa propia.
“En espacios extremadamente concurridos como ese (protestas), el empleo de armas de fuego se vuelve extremadamente desafiante porque el riesgo de daños colaterales es muy alto”.
El problema, indicó Bass, es que algunos propietarios de armas se sienten “envalentonados” por sus armas en lugar de verlas como una herramienta de último recurso. Por lo tanto, la tensión podría ocasionar lo peor, que sería el asesinato.