Jayla Patiño desde los cinco años supo que estaba atrapada en un cuerpo que no era el suyo. En ese proceso de introspección, en su adolescencia se lanzó al mundo como “hombre gay” y entendió que esa descripción no la representaba como persona, ella quería ser mujer trans.
Más adelante encontró la respuesta: Quería ser mujer y no iba a parar hasta conseguirlo. Comenzó su transición hace dos años y lo describe como un proceso “súper difícil”, pero dentro de ella la motivación es lo que sobra.
Jayla nació en Chicago, después vivió unos años en Puerto Rico y ahora está de nuevo en la “ciudad del viento”. Se considera latinx, es activista de los derechos de la comunidad trans y las personas con VIH.
Ella ha vivido la discriminación de cerca. Por parte de su familia, vecinos e incluso dentro de la misma comunidad. “Ser mujer trans implica luchar por muchos derechos”, expresa.
“La policía no nos respeta y cuando buscamos ayuda de las autoridades nuestra voz no es escuchada. Además, también tenemos que enfrentar múltiples prejuicios por parte de miembros de la propia comunidad”, dice Jayla en una entrevista vía Zoom.
“No soy drag queen”
Una de las anécdotas que más recuerda Jayla es cuando asistió a una discoteca de “ambiente” con sus amigas.
Al entrar empezó a escuchar comentarios por parte de un grupo de chicos gays. “Oí que nos dijeron hoy no es día de dragqueen, no entiendo qué hacen aquí”, comenta.
“Eso me entristeció porque ellos no entienden que nosotras hemos decidido vivir nuestra vida como mujeres y eso no nos hace drag queen. Eso es un símbolo de espectáculo”, argumenta Jayla.
Desde esa experiencia y otras similares, cree que algunos homosexuales son machistas y maltratan a las chicas y chicos trans. Eso la impulsó a buscar espacios en donde solo cohabitan personas trans.
Pero incluso así, también se ha sentido discriminada. Otras chicas trans le han dicho que debe lucir femenina todo el tiempo para impresionar y encontrar un hombre que la quiera.
“Algunas creen que debemos ir a su ritmo. Hormonarse en un tiempo determinado, operarse, hacerse uñas y todo muy rápido, pero eso también es costoso y hay cuentas por pagar”, relata.
Sin importar el ruido que hay a su alrededor, Jayla está convencida que el mundo es algo más. Como mujer trans y portadora de VIH, lucha para que sus derechos sean reconocidos, porque los seres humanos somos solo eso, humanos.
Puta Power
Emily Aguilar es conocida en las redes sociales como @puta_power_, para ella la palabra “puta” no debe ser asociada con una palabra mala, sino que es sinónimo de una mujer que trabaja duro por lo que quiere y deja de lado los estigmas de la sociedad.
Aguilar vive en Chicago y tiene ascendencia mexicana y puertorriqueña. ¿Cuándo comenzó a sentirse diferente? Desde que estaba en el kindergarden, sentía atracción por la ropa femenina, las muñecas y el maquillaje.
A los 16 años tomó la decisión de expresarse como mujer trans y ahora tiene 21.
Emily al igual que Jayla ha experimentado discriminación dentro de la comunidad LGBTQ+. “Las chicas más grandes se creen o piensan que tienen el deber de aconsejarnos y desean que hagamos todo como ellas lo hicieron”, enfatiza Emily.
Considera que cada persona debe tener el poder de decidir en qué momento atravesar diferentes procesos.
“La discriminación dentro de nuestro propio círculo se ha vivido por años. Es un tema que continúa teniendo vigencia. Tenemos que enseñarnos que tenemos que apoyarnos y no juzgarnos”, expresa.
Emily cree que los comentarios a veces pueden herir más de lo que las personas piensan y su opinión es que como chicas trans vivan su vida sin estar pendiente del resto. Ella lo ha decidido así.
Su propósito es luchar para vivir sin miedo, sin sentirse discriminada y nunca apagar su voz. Lucha por una vida más igualitaria y trabaja en una organización que se encarga de ayudar a jóvenes en situaciones vulnerables y con el mismo deseo en el futuro espera tener los medios económicos para ser maestra en Chicago
Cada día está más consciente de su cambio y tiene una actitud que irradia que está orgullosa del ser humano en el que se está convirtiendo.
Siendo activista
La transfobia dentro de la comunidad LGTBQ+ no está limitada a una zona geográfica. Es un patrón que se repite en otros lugares del mundo.
El activista y chico trans Yamil Tovar (25) cree que se debe conversar más sobre esto y crear consciencia. Cuando le contó a todos que se sentía como hombre, no recibió ningún tipo de apoyo y pensó que lo encontraría dentro de la comunidad LGBTQ y que no se sentiría juzgado.
“A veces caen en prejuicios y estereotipos. Me han dicho que ya debería estar tomando hormonas y hasta me preguntan por qué soy afeminado en ciertas ocasiones”, comenta.
Incluso le han cuestionado por qué tiene un novio cisgénero y homosexual. “He llegado al extremo de discutir con personas que no entienden mi relación y he tenido que defenderla dentro de mi propia comunidad. No es suficiente lidiar con eso con el resto de las personas, al parecer”, confiesa.
Yamil está consciente que existen excepciones y que este tipo de comentarios depende del tipo de persona. “Hay quienes son un amor, son súper comprensivos, pero hay otros que son súper problemáticos y aseguran que debes pasar la transición como ellos”.
¿Cómo afecta?
En el blog del colectivo colombiano “Transgarte” explican que la transfobia dentro de la comunidad se manifiesta como un fenómeno de odio y exclusión, este nace de la necesidad de “aniquilar al diferente”, pese a que tienen un contexto en común y que debería existir esta riqueza que parte de dicha diversidad.
Insisten que las autoridades no se han concentrado en crear campañas de concientización para miembros de la propia comunidad y que apunten a “la eliminación de los prejuicio imaginarios y tratos peyorativos entre los mismos miembros de la población LGBTI”.
La activista trans Prissila Solorzano, miembro de la organización Caleidoscopio Humano, afirma que ella nunca ha sentido discriminación dentro de la misma comunidad, sin embargo sí ha sido partícipe o escuchado ciertos comentarios al respecto.
“No se puede negar que sí hay discriminación dentro de la población LGTBQ+, no es tan agresivo ni tan evidente, pero sí existe”, agrega.
Solorzano comenta que esto se evidencia en acciones como llamar a las chicas trans por pronombres masculinos, en lugar de femeninos.
“Otras formas discriminación que he podido observar es que le dicen a los hombres trans que si se creen muy “machitos”, señala.
Esta situación puede generar ansiedad y derivar pensamientos como que no es posible generar lazos de confianza dentro de la propia comunidad, tal como opina Geordy Quiñones, director y activista de la organización Interseccional.
Quiñones destaca que “ser discriminado dentro de la comunidad trans me ha limitado a crear vínculos de amistad o crear redes de apoyo. Me da impotencia porque en lugar de apoyarnos mutuamente, algunos solo crean conflictos”.
Revela que en lo personal lo han tildado de loco y cobarde, así como también lo han excluido. “Creen saber cómo debe ser la transición de una persona. Se encajonan en un pequeño estándar y de ahí no salen”, culmina.