La economía y la sociedad en general se han beneficiado enormemente del aumento de la digitalización.
Para muchos, un mejor acceso a la información es una mayor eficiencia y productividad. Sin embargo, este desarrollo también tiene sus desventajas.
En los últimos años, estudios científicos han señalado cada vez más que el uso de tecnología tanto en contextos privados como organizacionales puede generar fuertes percepciones de estrés.
A esto se le llama tecnoestrés. El término fue acuñado por primera vez por el psicólogo Craig Brod en la década de 1980.
El tecnoestrés se da en situaciones donde el uso de dispositivos lleva a que el usuario se sienta abrumado.
Según esto, es una reacción del cuerpo al estrés psicológico severo. Por ejemplo, los trabajadores digitales suelen verse afectados.
Y es que no solo se enfrentan a problemas de salud mental y a la meritocracia, sino que el uso excesivo de las redes sociales, así como estar pendientes la mayor parte del día de los dispositivos por razones laborales o no, podría causarles tecnoestrés.
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Sobrecarga
El profesor de psicología organizacional y salud en Manchester Business School, Cary Cooper, sugiere que revisar constantemente los teléfonos y dispositivos puede resultar en una «sobrecarga», lo que los hace desviarse de su trabajo.
Por lo tanto, la línea entre el uso personal y profesional de las redes sociales está borrosa, y esto está contribuyendo a una falta de preocupación por su uso compulsivo.
El pitido persistente, la vibración y el parpadeo de las notificaciones significan distracción constante y motivación a interrumpir lo que se está haciendo para revisar los teléfonos.
De hecho, un estudio revela que los estadounidenses revisan sus teléfonos aproximadamente 96 veces al día.
«Mantenerse conectado con amigos y familiares es la razón número uno por la que las personas usan sus teléfonos», se lee en la investigación.
Estudios demuestran que el tecnoestrés puede desencadenar una variedad de síntomas físicos, psicológicos y emocionales, como agotamiento, dolores de cabeza, trastornos cardiovasculares, hormigueo en las extremidades, dolor por tensión muscular, ansiedad, problemas de concentración, pensamientos obsesivos y, en el peor de los casos, incluso agotamiento.
Además se ha comprobado que el tecnoestrés puede generar conflictos de roles, reducción de la productividad, inestabilidad emocional y reducción del compromiso con la actividad profesional y el empleador.
Una investigación muestra que los efectos del tecnoestrés pueden poner en peligro la salud de los empleados a largo plazo a través del agotamiento emocional hasta el burnout.
Los desencadenantes particularmente fuertes del tecnoestrés en el contexto laboral son a menudo la presión tecnológica para adaptarse debido a la vida media más corta del conocimiento tecnológico y el ruido constante de comunicación causado por los correos electrónicos, mensajes de mensajería y llamadas telefónicas.
De hecho, de acuerdo al Economic Times, los trabajadores más jóvenes, de la Generación Z y Millennial vieron una enorme caída de productividad del 30%.
Factores
Según Frontiers, muchos factores contribuyen al tecnoestrés.
«La tecnoinvasión, por ejemplo, se define como una conectividad constante, sin límites de espacio y tiempo, que sostiene que los empleados están continuamente disponibles para las solicitudes de trabajo», se lee en el documento.
La tecno-adicción y la tecno-invasión implican que las tareas relacionadas con el trabajo pueden desbordar la vida privada del trabajador, poniendo en peligro su equilibrio entre la vida laboral y personal.
A nivel organizacional, la sobrecarga de información de comunicación (o sobrecarga tecnológica) resulta de la recepción de información por parte de los empleados de múltiples canales simultáneamente.
Complejidad
Otro factor que contribuye es la tecno-complejidad, la sensación de que las nuevas tecnologías son multifacéticas y requieren un tremendo esfuerzo para comprenderlas.
Por último, la tecno-incertidumbre provoca una percepción de inestabilidad, debido a la naturaleza evolutiva del trabajo y los procesos asociados, señala Frontiers.
A pesar de la continua sofisticación de las capacidades funcionales de las tecnologías de información y comunicación, la sobrecarga tecnológica y las interrupciones reducen la satisfacción de los usuarios que emplean para sus tareas y su capacidad para beneficiarse de ellas.
Sobreinformación
La información excesiva, las actualizaciones frecuentes y la difuminación de los límites entre el trabajo y el hogar inducidos por la conectividad generalizada dan como resultado un procesamiento de información inexacto y una mala toma de decisiones relacionadas con las tareas.
Al mismo tiempo, los entornos informáticos organizacionales tienen un papel importante para el usuario final en la generación, el acceso, el análisis, el uso de la información empresarial y en el logro de flujos de trabajo habilitados para aplicaciones.
Además, apoyados por el avance tecnológico de Internet, a la que las personas pueden acceder en cualquier momento y desde la mayoría de ubicaciones, las redes sociales han penetrado la vida diaria.
Impacto social
El impacto social es inexorable. Y es que la sociedad gira en torno al consumo excesivo de la tecnología, tanto que los individuos se han vuelto codependientes y aislados.
Paradójicamente, se habla de hiperconectividad, pero la profundización de la digitalización aisla a los individuos, al grito de una larga cuarentena producto de la pandemia.
La gente ya no comparte sitios comunes como parques, restaurantes, cines, conciertos, discotecas, foros, conversatorios, videollamadas a familiares o amigos, y cualquier otro lugar de interacción física.
Solo basta con ordenar un plato de comida mediante una aplicación, comprar el ticket de un concierto online, ver películas en plataformas streaming, participar en webinars, o hacer una videollamada entre amigos o familiares que seguramente se ignorarían unos a los otros si estuvieran en una misma sala, porque tal vez hablarían con otras personas desde sus dispositivos.
Se ha descubierto que los aspectos positivos como el apoyo social, la utilidad y el disfrute percibidos, aumentan la satisfacción del usuario.
Al final se espera que el uso produzca mejoras en sus relaciones y productividad con respecto a la comunicación y la tecnología.
En consecuencia, los usuarios invierten una cantidad considerable de tiempo, que, paradójicamente, los envuelve en concuencias que no solo afectan su salud mental, sino física.
Es por eso que las relaciones sociales, complejas por naturaleza, se van configurando de acuerdo al uso de la tecnología.