Hace unas décadas era normal disfrutar de una banda en estadios o leer que alguna lideraba las listas de discos más vendidos.
Ahora la nostalgia y el odio hacia lo popular son la primera orden del día. Es así como a simple vista puede afirmarse lo siguiente: el rock ha muerto.
Al menos los números reflejan un descenso en ventas, streaming y alcance. El 2019 Mid-Year Report de la transnacional de medios, Nielsen, indica que el R&B y Hip hop fueron los géneros dominantes de ese año con un 88%.
Ariana Grande lidera el top 10 de artistas con más de dos millones de ventas totales (compras de álbum físico y digital), le sigue Drake con un número similar, al igual que Billie Elish y Post Malone. El mítico grupo británico, Queen, fuguró en el 5to lugar con un con un millón y medio.
El reggaetón no se quedó atrás. En los últimos años ha ascendido en el mercado anglosajón.
Ya en 2017, la canción Despacito, crossover entre Luís Fonsi y Daddy Yankee, se coronó como la canción más escuchada de Youtube.
En 2018, J Balvin fue considerado el cantante más escuchado a nivel global en Spotify. Este año, Bad Bunny figura como uno de los máximos exponentes de la música en español.
Tales cifras también se reflejan en festivales de Estados Unidos. El de Coachella, uno de los principales de este año, estuvo encabezado por géneros como el R&B, Hip hop, pop y reggaetón de la mano de Ariana Grande, Childish Gambino, Billie ELish, J Balvin y Bad Bunny a la par de bandas de rock como Tame Impala
En una nota de Vice, el autor manifestó que es arriesgado «llevar puras bandas de rock». Le resulta plausible incluir otros géneros porque el público se interesa por algo diferente.
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«Si bien es evidente que estamos inmersos en la era del reggaetón, vale la pena preguntarse hasta dónde nos llevará la industria en su afán de mantenerse en la cima; si la promoción y el músculo para hacer de esto algo cada vez más masivo nos va a terminar metiendo en un ciclo de sobresaturación innecesaria; si una vez siendo los reyes globales de todos los charts y números uno en todo el mundo, va a ser imposible que llegue algo a bajarlo del trono».
No es solo música
¿Una tarea difícil para el rock? El periodista Juan Carlos Ramírez habló al respecto en una entrevista para CNN Chile, además de promocionar su libro Crash! Boom! Bang! Una teoría sobre la muerte del rock.
Ramírez señaló que la música ha sido dejada a un lado por la industria, pero la cultura no ha desaparecido y, a comparación de otras expresiones, prevalece en el imaginario popular. «El rock es estar en constante conflicto con el mercado».
Para el escritor no se trata solamente de un género sino de una actitud que está ligada con el arte, política, barras de fútbol y marchas. En otras palabras: una contracultura adversa al sistema que dio vida a otras como la hippie, punk o hardcore.
Las dinámicas, en términos mercantilistas, han cambiado. A pesar de todo, «la palabra rock es una palabra que impacta mucho todavía. Eso es porque como cultura sigue con vida».
Todo lo contrario al reggaetón, pop o trap debido a que no se enfrentan al sistema.
Rock: muerte y resurrección
Otros autores prefieren hablar de «resurrección» en vez de muerte. Bruno Bartra, sociólogo, escribió una crónica que narra El Festival Vive Latino 2019.
«Para algunos que vivimos o estudiamos el rock como una música contestataria, esto podría ser equivalente a firmar su acta de defunción. Pero cuando se escucha a 60 mil personas en el Autódromo coreando a todo pulmón las letras de las canciones que eran parte de la cultura alterna de la segunda mitad del siglo XX en México, resulta difícil firmar dicha acta».
En ese evento se sintió una vibra antisistema y consumista al mismo tiempo. Por ejemplo, una noche tocó la banda española Ska-p, conocida por sus canciones de izquierda, luego Intocable, grupo pop mexicano, ambos contrarios no solo por sus géneros sino por su ideología.
Sin embargo, el público disfrutó de su música. Incluso algunos fanáticos, quienes usaban camisetas antifascistas de Ska-p, cantaban los temas de Intocable.
El autor concluye que el purismo ha muerto. De todos modos, no vaticina la desaparición del género sino llama a la eclecticidad. «(…) aunque siempre es agradable escuchar a los clásicos, lo ideal es hacerlo en conjunto con una cantidad similar de propuestas más frescas. Deben apurarse a encontrar ese “rock” que ya no es rock, y que de hecho no está tan perdido».
El futuro es hoy
Relatos como este son el resultado de la postmodernidad, entendida como una corriente del pensamiento cuya premisa se centra en la individualidad que está a su vez ligada al arte, filosofía y cultura. Uno de los postulados es la desconfianza hacia el futuro.
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Este pensamiento se centra en el aquí y ahora. Se profundizó durante la década del 80 como respuesta al desencanto de la modernidad, caracterizada por las utopías y la oda al colectivismo.
El filósofo y sociólogo Gilles Lipovetsky indica que en la cultura postmoderna, debido a la sobresaturación informativa, «reina la indiferencia de masa, donde domina el sentimiento de reiteración y estancamiento, en que la autonomía privada no se discute, donde lo nuevo se acoge como lo antiguo, donde se banaliza la innovación, en la que el futuro no se asimila».
El culto al individuo se refleja en la fragmentación de públicos que a su vez surgen del eclecticismo. Es por eso que anunciar la muerte de un género, nacido en un período histórico causante de cambios significativos para la sociedad contemporánea, no es solo ignorar la historia sino apegarse al pasado.