La corrección política, término que describe las maneras y formas de emplear el lenguaje y la actitud en torno a grupos raciales y sociales, ha dado de qué hablar durante los últimos años. Especialmente en Hollywood, ciudad cinematográfica donde se han producido películas que apelan a la diversidad racial y sexual.
La opinión pública se ha manifestado en el entorno digital, sobre todo en redes sociales. Por ejemplo, cuando Disney anunció este año que la protagonista del live action de La Sirenita sería interpretada por una actriz negra, el rechazo y los memes no se hicieron esperar.
Otro caso ha sido el de Scarlett Johansson en 2018, quien manifestó su descontento hacia lo políticamente correcto cuando tuvo que renunciar al papel de una transexual en una de película del director Rupert Sanders. La comunidad LGTB lo tomó como un insulto, criticando el proyecto hasta el punto de ser cancelado.
Recientemente, Johansson fue entrevistada por la revista As if. Dijo que los actores deben interpretar a cualquier persona, árbol y animal porque es su trabajo. «Siento que es una tendencia que tiene que suceder por varias razones sociales, pero hay ocasiones en que se siente incómodo cuando afecta al arte porque siento que el arte debería estar libre de restricciones y mucha corrección política se refleja en el arte».
Cuando se trata de minorías, las críticas son punzantes. En 2016, el director Spike Lee dijo que los integrantes de la Academia de las Artes eran blancos en su mayoría cuando solo el 10% era conformado por negros. A raíz de la queja, se viralizó el hashtag #OscarSoWhite. Posteriormente, la entrega de premios Oscar de 2017, es recordada como la edición con más ganadores afroamericanos.
«Hollywood es el espejo de los valores que imperan en Occidente en cada época, tanto los que la sociedad ha ido adoptando de un modo más o menos espontáneo como los que las minorías con poder y presupuesto tratan de implantar a martillazos», escribió el periodista español, Fernando Díaz Villanueva.
Origen de la corrección política
El origen de political correctness, como se le conoce en inglés, es incierto pero su uso comenzó a destacar a partir de los años 50, cuando los socialistas usaban el término de manera peyorativa refiriéndose a una persona ortodoxa, dogmática y leal al Partido Comunista.
En los 70´s la nueva izquierda estadounidense lo adoptó como parte de su discurso a modo de autocrítica pero no fue hasta los 90´s cuando la frase fue popularizada a raíz de un artículo publicado por el New York Times.
A partir de ese entonces, el público general la incluyó en su habla diaria. En 2016, el entonces candidato republicano Donald Trump, atribuyó los males de la sociedad estadounidense a la corrección política.
El impacto social fue notable. El Presidente se convirtió en un portavoz para quienes están en contra de las ideas liberales. De esa manera, se oficializó el surgimiento de una contracultura derechista.
Ante este panorama, los bloques ideológicos de la izquierda y derecha han invertido la expresión debido a que el poder político es quien está en la capacidad de «corregir». Por lo tanto, lo incorrecto es aquello inadecuado. Es allí cuando el conflicto entra en juego.
Odio al odio
Tal escenario se relaciona con la paradoja de la tolerancia, descrita por el filósofo Karl Popper a finales de la Segunda Guerra Mundial como la intolerancia hacia lo intolerante. Si se es demasiado permisivo, las ideas ligadas a la diversidad y libertad, serían suprimidas por una ideología del odio.
Para el escritor y gestor cultural argentino, Martín Riva, la aversión es la respuesta de una persona a una realidad. «Ciertas personas por más que le hagas lo peor, no te van a odiar, pero el que aprendió a odiar luego se queda con esa costumbre y odia aunque le hagas un bien. No hay reglas desde luego y el odio se aprende y se desaprende como el amor u otras cosas».
El filósofo español Fernando Savater, contrasta en un artículo publicado en El País, manifestando que la contrapartida por vivir en una sociedad tolerante a creencias «improbables» es aguantar a quienes las critican o «ridiculizan».
El director del Centro latinoamericano de investigaciones sobre internet, José Luís Mendoza Márquez, dijo que si la intención es generar polémica con el fin de aumentar interacciones la antipatía y rechazo no se harán esperar. «Lo que puedes para evitar esto es intentar dar una mirada amplia que aborde todos los enfoques para que ningún grupo se sienta directamente atacado».
Hollywood… ¿liberal?
Por otro lado, la industria de Hollywood, cuyo ingreso en 2018 fue de 96.000 millones de dólares aproximadamente según cifras publicadas por la Asociación de Cinematografía de Estados Unidos (MPAA), le ha plantado cara indirectamente a Trump, a través de comentarios alusivos a su política y discurso durante los premios Oscar en sus últimas tres ediciones.
«¡El Hollywood liberal es racista a un grado sumo, y tiene gran ira y odio!», tuiteó el presidente este año. Se presume que la intención del tweet fue criticar The Hunt, una película que cuenta la historia de un grupo élite con un gusto por cazar personas de clase social baja. La cinta fue cancelada, pues el lanzamiento del trailer, en julio, coincidió después con los tiroteos que causaron la muerte de 31 personas en agosto.
Trump no ha sido el único en criticar a la cuna del cine norteamericano. Los datos de un estudio de Annenberg Inclusion Initiative, de la Universidad del Sur de Carolina, muestran que si la meta es ser más diversos, aún falta por recorrer.
No hay diversidad
El trabajo, titulado Desigualdad en 1200 películas taquilleras, indica que solo en los films más importantes de 2018, el 63,7% los personajes principales eran blancos, mientras que el 16, 9% negros, el 8,3 asiáticos, el 5,3% latinos y «otros», que son mestizos, indios nativos, hawaianos y polinesios abarcaron el 5.9%.
«La diversidad (en el cine) es un asunto en el que la gente mira sólo a un lado, pero sólo porque haya afroamericanos nominados no significa que deje de ser un problema», dijo la ganadora del Oscar, Octavia Spencer cuando fue nominada en 2017.
El mexicano Eugenio Derbez no se quedó atrás.»Ese porcentaje es nada, básicamente. En mi caso, he tenido que darme trabajo a mí mismo: hago mis propias películas y producciones, y participo de vez en cuando en otras que me ofrecen, pero realmente las oportunidades para los latinos son muy pocas, y mucho tiene que ver con los ejecutivos», opinó.
Bien es cierto que los números de producciones inclusivas han subido a comparación con décadas anteriores. La inclusión de las minorías en el quehacer cinematográfico es una realidad a pesar de que haya detractores. De hecho es natural, pues en toda corrección política hay un lado incorrecto.