De acuerdo a estimaciones, Estados Unidos todavía no ha visto lo peor del COVID-19. El país es el nuevo foco de contagio, superando los índices de China, España e Italia.
La situación de los centros de salud es cada vez más abrumadora, el martes en un hospital en el hospital Elmhurst Hospital Center de New York fallecieron 13 personas, la ciudad es el centro del brote del coronavirus en la nación.
El pánico está creciendo entre la población y lo mismo está sucediendo en las prisiones del país. En las cárceles, debido al reducido espacio, las personas son más propensas a contraer el virus.
La semana pasada se reportó que al menos 23 prisioneros, de dos cárceles en diferentes estados del país, después de conocer que al menos una persona había contraído coronavirus.
Según estimaciones de la Universidad de Harvard, 40% de los reclusos del sistema penitenciario federal padecen alguna afección médica crónica. Otro dato poco favorable es que la población carcelaria está envejeciendo.
Los defensores piden liberar a los presos con más riesgo de perder la vida.
La petición que está siendo tomada en cuenta, puesto que los funcionarios locales y estatales han comenzado a liberar a algunos reclusos de nivel bajo y no violentos.
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En este grupo entran los ancianos, enfermos e individuos con sentencias cortas. La organización Unión Americana de Libertades Civiles advirtió que si no se toman medidas el virus se puede extender “de forma rápida y devastadora”.
El jueves, 26 de marzo, William Barr, Fiscal general de los Estados Unidos, anunció que conversó con el Buró Federal para explorar la liberación de ciertos prisioneros en riesgo y enviarlos al confinamiento en el hogar para reducir los riesgos de la población carcelaria en general.
Barr argumentó que “tenemos los protocolos diseñados para detenerlo y estamos utilizando todas las herramientas que tenemos para proteger a los internos”.
El COVID-19 y las prisiones de otros países
La tensión del COVID-19 dentro de las cárceles no es una situación única de Estados Unidos. En Sao Paulo, Brasil más de 1,000 prisioneros se escaparon de una prisión después de que las autoridades dieran la orden de prohibir las visitas para evitar la propagación del COVID-19.
Los escapes se produjeron en las ciudades de Tremembé, Porto Feliz, Mirandópolis y Mongaguá. Aunque las autoridades lograron detener a al menos 174, el resto no fueron capturados.
Algunos de estos centros penitenciarios están en el rango de la sobrepoblación.
Sobre esto Renato Lima, director del Foro de Seguridad Pública de Brasil, le dijo a The Guardian que en el país sudamericano 234,000 personas no contaban con servicios médicos dentro de las prisiones.
Mientras que casi 9,000 prisioneros son mayores de 60.
Por lo tanto, el coronavirus representa una amenaza real para los prisioneros brasileños. “Es una bomba de relojería”, expresó Lima.
Otros disturbios ocasionados por la crisis del virus se han observado en otras naciones latinoamericanas.
Los privados de libertad de cárceles de Bogotá, Jamundí, Cómbita, en el departamento de Boyacá, e Ibagué en Colombia protestaron en contra las medidas que adoptó el Gobierno para enfrentar la pandemia del coronavirus.
Los disturbios terminaron en enfrentamientos con los cuerpos de seguridad y resultaron 23 presos muertos.
Datos del Movimiento Nacional Carcelario de Colombia afirman que el hacinamiento supera el 53%. Entre hombres y mujeres presos hay más de 123.434, mientras que el cupo disponible en las cárceles colombianas es de 80.373.
Además, denunciaron que hay centros de reclusión que no cuentan con agua potable al 100% y también carecen de otros servicios, lo que califican como una “crisis humanitaria” dentro de los penales.
Situación
El miedo al COVID-19 está presente en las cárceles americanas, sumado a que algunos presos están sometidos a condiciones insalubre poco dignas.
“Desafortunadamente, sabemos que las cárceles son vectores de virus, y las personas que viven y trabajan en estas instituciones son prácticamente patos sentados para el virus”, enfatizó Amy Fettig, subdirectora del Proyecto de Prisión Nacional de la ACLU
Fettig aclaró que todas las personas están en riesgo extremo porque no es posible practicar el distanciamiento social que recomiendan las autoridades sanitarias.
De hecho, la sala de redacción sin fines de lucro ProPublica publicó que había migrantes detenidos en ICE que estaban haciendo huelgas porque no tenían acceso a jabones ni a papel higiénico.
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Una de las recomendaciones para evitar contraer el virus es lavarse las manos con agua y jabón. Aseguran que en New Jersey las autoridades les dan a los reclusos una pastilla de jabón por semana y si quieren más tienen que comprar.
En el complejo carcelario de Rikers Island, New York, lugar en donde más de 50 presos dieron positivo por COVID-19.
Ocho de los prisioneros pedían ser admitidos en alguna clínica para que le revisaran la temperatura y los oficiales optaron por rociarlos con gas pimienta, informó The City.
Después de dicha situación los disturbios dentro de la prisión continuaron, 48 prisioneros se negaron a ir a trabajar o al comedor en protesta por sus condiciones.