La Iglesia católica ha sido una de las instituciones influyentes en la cultura de diferentes pueblos durante siglos. Sin embargo, esta religión no goza del mismo poder en las sociedades.
No obstante, esto no quiere decir que todo esté perdido. Pese a las numerosas denuncias de pedofilia por parte de sacerdotes, hay más de mil millones de creyentes en el mundo, informa BBC Mundo.
La figura del papa Francisco busca brindar un rostro nuevo de los católicos, adaptado a las necesidades del mundo moderno, algo que incluso ha fragmentado a la Iglesia.
En EE.UU. han pedido su renuncia debido a sus posturas en materia de medio ambiente e inmigración. También se oponen a que los católicos divorciados y casados por segunda vez puedan comulgar.
El papa Francisco también cree que los sacerdotes puedan casarse. Él no es el único. De acuerdo a un estudio del Pew Research Center, los latinoamericanos quieren permitirlo.
Y es que los obispos católicos de América Latina han reavivado un debate sobre quién debe servir en la Iglesia.
Las propuestas anunciadas en el Vaticano son una respuesta ante la conversión de cristianos hacia el protestantismo evangélico, señala la investigación del Pew.
En Brasil, hogar de la población católica más grande del mundo, el 56% está a favor de permitir que los sacerdotes se casen.
En otros países representados en el sínodo amazónico, el apoyo varía. El 53% en Venezuela, el 48% en Colombia, 29% en Ecuador y el 28% en Perú.
Otro tópico que el Pew abordó a través de su encuesta, se centró en los géneros. Preguntaron si la Iglesia católica debería permitir que las mujeres sean ordenadas como sacerdotisas.
«Casi ocho de cada diez católicos en Brasil respaldaron a mujeres como sacerdotes (78%), seguidos por Bolivia (51%), Colombia (43%), Perú y Venezuela (ambos 42%) y Ecuador (34%)».
Aproximadamente la mitad o más de los católicos en ocho lugares consideran correcto que haya sacerdotisas.
Para nadie es un secreto que los católicos conversadores tildan al papa Francisco de comunista. «Creo que este es un Papa que claramente tiene algunas inclinaciones marxistas», dice Stephen Moore, economista jefe del grupo conservador Heritage Foundation ubicado en Washington.
“Es incuestionable que (papa Francisco) tiene un escepticismo muy vocal (sobre) el capitalismo y la libre empresa y … eso me parece muy preocupante”, agrega.
Este tipo de opiniones no son nuevas. Ya en la década de 1920, Jacques Maritain se manifestó al respecto en el libro Anti Moderne, Maritain donde atacó el liberalismo, el americanismo, el modernismo, los dogmas del progreso y el optimismo humanitario.
Atribuyó estos errores al trabajo de «tres reformadores»: Martin Luther, René Descartes, y Jean-Jacques Rousseau, cuyo trabajo había conspirado para destruir los cimientos del pensamiento cristiano medieval.
Esta crítica de la modernidad encontró su expresión política en el apoyo de Maritain a la Action Française, un movimiento de extrema derecha cuya hostilidad hacia la democracia liberal iba de la mano con los sentimientos nacionalistas y antisemitas.
La Iglesia ya no podía intervenir directamente en los asuntos políticos, como lo había hecho en la Edad Media.
Tuvo que dejar ese trabajo para los laicos católicos. Así como reconocer que la política ahora se desarrollaba en una esfera autónoma, una que era religiosamente plural en lugar de homogénea.
Por otro lado, James Chappell, académico de la Universidad de Duke, propone explicar cómo, cuándo y por qué la Iglesia católica se modernizó en su libro, Catholic Modern: The Challenge of Totalitarianism and the Remaking of the Church.
Para el autor, ser moderno es aceptar «la división entre la esfera privada de la religión y la esfera pública de la política y la economía».
Cuando la Iglesia se hizo moderna renunció al objetivo de establecer el catolicismo como la religión oficial del Estado, en lugar abrazó los principios de separación Iglesia-Estado, libertad religiosa y derechos humanos.
Para quienes adoptaron regímenes autoritarios en la década de 1930, fue el comunismo ateo el que influyó notablemente en la sociedad.
Para contrarrestarlo, se unieron en torno a un Estado fuerte en un esfuerzo por defender la santidad de la familia patriarcal y una visión de la «civilización occidental» que a menudo iba de la mano con el antisemitismo.
Más recientemente, Chappell sugiere que este modelo paternalista ha encontrado expresión en la movilización católica en torno a cuestiones de sexualidad y reproducción bajo los papados de Juan Pablo II y Benedicto XVI.
A pesar de esto, estudios como el del Pew Research Center revelan que la mayoría de la población creyente quiere una religión abierta a la modernidad. Sin embargo, al parecer, no solo depende del papa.