Hollywood además de ser un barrio de Los Ángeles, es la meca del cine estadounidense y para muchos del mundo. Su alcance masivo es indiscutible, pero no significa que fuera de sus fronteras, no se cuenten historias atractivas para el público internacional.
Omar Arteaga, quien se define como realizador audiovisual, ha escrito y dirigido cortometrajes en Venezuela, país del que generalmente se suelen escuchar noticias negativas.
Como estudiante de Artes Audiovisuales de la Universidad del Zulia, región ubicada al noroeste del país sudamericano, dirigió dos cortometrajes de sci-fi.
El primero fue Papeligro (2015), historia que de manera experimental recrea cómo sería un salón de clases si los estudiantes pudieran elegir al profesor indicado.
Luego presentó La Pastilla (2016), cortometraje distópico que aborda cómo el autoritarismo influye en una población subyugada al hambre y a la dependencia. Ambas obras fueron exhibidas en festivales de Venezuela, México y Argentina.
«Pienso que el cortometraje es un formato ideal para experimentar y buscar una voz o estilo particular al momento de narrar una historia, la ciencia ficción se presta mucho para eso y me siento atraído hacia la aplicación de analogías y críticas sociales con ella», le dice a Hypertexto.
Aunque el sci-fi no es un género popular en la producción cinematográfica de este país, el público venezolano «siempre ha estado expuesto a estas historias», opina.
Para Arteaga, el género es una manera de escapar del caótico día a día que se vive. «Si es algo digerible y con lo que se puedan identificar, le fascinará el hecho de que se estrenen audiovisuales de este tipo producidos en el territorio nacional».
«A futuro tengo un par de proyectos enmarcados en el género, sin embargo no tengo pensado morir en él o encasillarme».
A la hora de hablar de sus gustos, nombra a directores de películas clásicas como Billy Wilder, Alfred Hitchcock, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola y cineastas contemporáneos como Christopher Nolan o Denis Villeneuve. No obstante, Steven Spielberg y David Fincher son sus influencias más notables, reconoce.
«Me gusta mucho ver a los personajes rotos, corrompidos, sucios. Disfruto mucho cuando sucede un giro que fuerza al protagonista a convertirse en algo que inicialmente no es. Normalmente son historias con personajes en los que es fácil identificarse o sufrir junto a él. Me atrapa el hecho de imaginarme allí en esa situación», indica.
A pesar de que le gusta el thriller, suspenso y terror, suele ver todo tipo de películas que van desde comedias hasta dramas.
«Hago todo lo posible por intentar ver todo lo nuevo que ha salido, qué recursos se han utilizado y están utilizando, cuál película o realizador narra algo parecido a lo que quiero hacer; y así intentar aplicarlo de alguna u otra manera al proceso de inspiración de algún proyecto que tenga».
De hecho, Bailando en el barro (2018) fue proyectado en la edición 37 del Festival de Cine Latino en Chicago, siendo la primera vez que su trabajo es mostrado en Estados Unidos.
El cortometraje está siendo distribuido y representado internacionalmente por la productora Films Austères y el coproductor del film, Juan Carlos Lossada.
«Con los festivales hay una suerte de lotería o ruleta en la que tuvimos la enorme fortuna de ser admitidos».
Bailando en el barro cuenta la historia de un niño que encuentra dinero y un teléfono con mensajes que lo guían en la búsqueda por más.
«El talentoso equipo de veinte estudiantes de cine lo hicieron posible. Nuestra enorme pasión y esfuerzo logró que un cortometraje estudiantil fuera admitido en la competencia profesional de un prestigioso festival».
Arteaga reconoce que durante el proceso de producción hubo contrariedades económicas, emocionales e institucionales.
Y no es para menos, el film fue grabado en un año de protestas, donde además se agudizaron los cortes de electricidad y agua en Maracaibo, una de las ciudades más afectadas del país en la última década. «Todos queríamos hacer cine pasara lo que pasara. Y se hizo cine».
Bailando en el Barro estuvo disponible en la web del Chicago Latino Film Festival durante diez días en compañía del largometraje boliviano Pseudo (2020).
Dirección opuesta (2019) fue otra producción venezolana que fue estrenada en el festival, siendo ambas las únicas producciones de ese país.
El joven cineasta informa que el cortometraje seguirá siendo postulado a otros festivales para que «pueda llegar a cada rincón del planeta». También habrá un preestreno en su país.
«Esperamos que Chicago haya sido el comienzo de un gran viaje festivalero y pronto recibir noticias de otras selecciones».
Hasta el momento, desconoce la receptividad del cortometraje por parte del público estadounidense, que generalmente está acostumbrado al cine hollywoodense y poco sabe de lo que se hace en Latinoamérica.
«Quizás es muy bajo el porcentaje de personas interesadas, (en referencia al cine latino), pero sí creo que existe un porcentaje suficiente. Y no solo para con el cine latinoamericano, es una situación con el cine en general que para ellos requiere el esfuerzo de leer subtítulos».
Sin embargo, considera que gracias a Parasite (2019), film que ganó 4 premios Oscar, entre ellos a mejor película, se está «enseñando» al público a conocer lo que se hace fuera de Hollywood.
Sin embargo, luego de esa edición de los Oscar, la industria cinematográfica ha sido golpeada por la pandemia. Por lo tanto, la forma en que se aprecia el cine ha cambiado.
«Producciones dirigidas a distancia, reducciones de personal técnico, presupuestos cancelados, filmaciones detenidas hasta nuevo aviso. Pero el golpe más fuerte ha sido en la distribución en salas de cine y en la hermosa experiencia de visualizar una película en la gran pantalla».
Las plataformas de streaming se convirtieron en una salida para el público, que debido al aislamiento en diferentes países, no ha podido ver películas de forma tradicional. Aunque en Estados Unidos la situación es diferente, el hábito de ver cine en plataformas de streaming es más frecuente.
Hasta el momento, las producciones de Netflix han ganado 8 premios Oscar y han sido nominadas 82 veces.
«Sin ninguna duda el presente y futuro del entretenimiento pertenece a las plataformas de streaming. Cada mes nace una nueva y diariamente se anuncian nuevos shows o producciones originales. Han impulsado proyectos que hubieran sido imposibles de realizar en alguna casa productora tradicional, tanto económicamente como narrativamente», opina.
No obstante, en las plataformas de streaming populares no hay películas venezolanas. Pero no significa que no existan.
Ese es el caso de Cine Mestizo, una plataforma dedicada a la proyección online de cine venezolano.
Para Arteaga, las películas de este país cuentan con una identidad propia en cuanto a estética y narrativa.
«La principal debilidad es la organización. Hace falta un gremio o institución seria que coordine, fomente, divulgue o diseñe estrategias para un mejor desenvolvimiento estructural a la hora de crear».
El cineasta en crecimiento manifiesta que hay historias que aún no se han contado, personajes que quieren ser escuchados o villanos que merecen ser expuestos.
Además se ve en 10 años estrenando un largometraje para llevar a Venezuela «a otras latitudes».