El prejuicio es una preconcepción hacia alguien. Puede ejercer una gran influencia en la forma en que las personas se comportan e interactúan con los demás, particularmente con aquellos que son diferentes.
Incluso de manera inconsciente, y aún sin que la persona se dé cuenta de que está bajo la influencia de sus prejuicios internalizados.
Las características comunes incluyen sentimientos negativos, creencias estereotipadas y una tendencia a discriminar a los integrantes de un grupo. A menudo vemos prejuicios hacia un grupo basados en raza, sexo, religión, cultura y más.
Si bien las definiciones al respecto, dadas por los científicos sociales a menudo difieren, la mayoría está de acuerdo en que implica prejuicios que generalmente son negativos sobre los integrantes de un grupo.
La sociedad moderna de occidente, enmarcada en la tendencia progresista, protagoniza arduos debates en torno al racismo y derechos civiles.
Por ejemplo, en Estados Unidos, fenómenos como la cultura de la cancelación, la corrección política y la contracultura, son el pan de cada día en la opinión pública.
Por un lado, los detractores consideran que cada vez hay más prejuicio, llamando a las generaciones más jóvenes, «la generación de cristal».
Del otro bando, están quienes defienden a capa y espada los derechos civiles para las minorías raciales y sexodiversas, a pesar de que el costo sea el de silenciar a quienes piensen distinto.
Ante este escenario, cabe preguntarse, ¿nos estamos convirtiendo en una sociedad prejuiciosa?
El prejuicio es un concepto interpretativo. De acuerdo a una investigación, se suele discrepar acerca de su significado y su impacto social.
Cuando las personas tienen actitudes prejuiciosas hacia los demás, tienden a ver a todos los que encajan en un determinado grupo como «todos iguales».
Pintan a cada individuo que tiene características o creencias particulares con un pincel muy amplio y no ven realmente a cada persona como un individuo único.
Las sociedades continúan haciendo distinciones basadas en el origen étnico, la raza, el sexo o el género, y otras características que no deberían influir en los logros de las personas ni en su bienestar.
El informe sobre la situación social en el mundo reveló que la discriminación es uno de los principales impulsores de la exclusión social.
El reporte encontró que las normas y comportamientos discriminatorios siguen siendo generalizados y continúan impulsando la exclusión social.
Claro, se refieren a las poblaciones económicamente vulnerables. No obstante, «la exclusión social» es definida por la Fundación Europea como el «proceso mediante el cual los individuos o grupos son total o parcialmente excluidos de una participación plena en la sociedad en la que viven”.
Por lo tanto, en teoría, el enfrentamiento de ideologías, representada por las alas políticas, producen prejuicios y discriminación, al ridiculizar un punto de vista que es diferente al otro.
De hecho, un reporte del Pew Research Center, revela que los estadounidenses se preocupan por la falta de democracia en la vida digital.
«Dado lo fácil que es jugar con las ideas preconcebidas y los prejuicios de la gente, y dado lo indolentes que se han vuelto la mayoría en nuestra sociedad en la búsqueda de noticias, opiniones y análisis, aquellos que buscan engañar, distraer o intimidar ahora tiene la ventaja», dijo James S. O’Rourke IV, profesor de la Universidad de Notre Dame.
Lo mismo sucede al estereotipar al adversario ideológico, dándole una suposición simplificada sobre un grupo basada en experiencias o creencias anteriores.
Los estereotipos no solo pueden conducir a creencias erróneas, sino que también pueden generar tanto prejuicios como discriminación.
Según el psicólogo Gordon Allport, los prejuicios y los estereotipos surgen en parte como resultado del pensamiento humano normal.
Además de analizar las razones, los investigadores también han explorado diferentes formas en que se pueden reducir o incluso eliminar.
Capacitar a las personas para que sean más empáticas con los integrantes de otros grupos es un método que ha tenido un éxito considerable.
Al imaginarse a sí mismos en la misma situación, las personas pueden pensar en cómo reaccionarían y obtener una mayor comprensión de las acciones de otras personas.
Para muchos, la tolerancia es clave para la armonía entre los individuos que hacen vida en colectivo, pero el filósofo austríaco Karl Popper en su libro La sociedad abierta y sus enemigos, describe «la paradoja de la tolerancia», afirmando que al intolerante no se le puede tolerar.
«La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia… Tenemos por tanto que reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar la intolerancia», es una de sus frases célebres.
Popper reconoció la inevitabilidad y la sana necesidad del conflicto social, pero también afirmó los valores de cooperación y reconocimiento mutuo, sin los cuales una democracia liberal no puede sobrevivir.
El concepto de tolerancia tiene una historia larga en la filosofía moral y política, precisamente por los muchos problemas que surgen cuando la palabra se usa sin un contexto crítico.
En algunos usos absurdos del siglo XXI, la tolerancia se combina incluso con aceptación, aprobación y amor, pero históricamente ha significado lo contrario: no interferir con algo que a uno le disgusta o desprecia.
Según prácticamente todas las concepciones de la democracia liberal, una sociedad libre y abierta requiere un debate tenso y un conflicto verbal.
El filósofo alemán Johann Wolfgang Van Goethe dijo:“La tolerancia debería ser solo una actitud temporal; debe conducir al reconocimiento. Tolerar significa insultar. «La tolerancia por naturaleza existe en un estado de tensión social».
Determinar quién es prejuicioso es una tarea titánica en una sociedad hiperconectada, en la que los usuarios se dejan llevar por la emoción y creen que por contar con los medios para emitir opiniones, ya están «empoderados», pero muchas veces se equivocan.
Por otro lado, las visiones radicales pierden su valor debido a que por naturaleza, sí son intolerantes.
Al fin y al cabo, en el espectro político abundan figuras que defenderán su punto de vista de las cosas en nombre de una bandera ideológica sin autocrítica y con prejuicio hacia quien piense distinto.