Una mujer de rulos, voluptuosa y de rostro seductor llama la atención de una persona blanca. “Eres muy bonita para ser negra”, le dice en tono de asombro a Anyiné «Angie» Galván-Rodríguez, una afrolatina nacida en República Dominicana, criada en Puerto Rico y Estados Unidos.
Este recuerdo de cuando tenía 22 años no es el único. A veces al hablar español suele causar curiosidad e intriga. En Chicago a simple vista puede parecer una afroestadounidense pero al escuchar su acento dominicano, más de uno le pregunta cómo lo ha aprendido, les cuesta creer que ella nació en el Caribe. Su inglés también es fluido.
Esto es el día a día de los afrolatinos en Estados Unidos, quienes conforman el 24% de la población latina de acuerdo al Pew Research Center.
Como toda mezcla de raza, la ambivalencia surge, por eso Angie cree que ese tipo de comentarios son “picadas de mosquitos” pequeñas, aunque a granel se convierten en un verdadero dolor.
“Punto medio no creo que haya. Las cosas de una manera u otra deben estar sincronizadas en armonía. La existencia de un afrolatino llega a un punto en que uno aprende cómo tener esa armonía entre todas las facetas para que uno pueda sobrevivir con alegría”, dice Angie.
Ella es la redactora de AfroLatina Natural, un sitio web que fundó para hablar acerca del cuidado del cabello afro, maternidad, entre otras temáticas. Estas categorías pasan por un filtro: la experiencia del afrolatino en América.
Lo mismo hace Roberto Pérez junto al grupo musical de origen puertorriqueño del que forma parte, Bomba con Buya, radicado en Chicago. La bomba es la música más antigua de Puerto Rico. “Buya significa buen espíritu en Taíno”, informa la banda. Los taínos fueron una población precolombina que vivieron en la isla.
Bomba con buya lanzó en 2015 su disco Southern Sessions, que compila canciones tradicionales y originales del sur de Puerto Rico. Se han presentado en diferentes espacios del país, donde en una oportunidad grabaron un live.
Para Pérez la experiencia que ha vivido con el grupo ha sido enriquecedora. Sin embargo, el idioma es una frontera “difícil”, aun así buscan la manera de encontrar puntos de encuentros por medio de la música. La dificultad yace incluso en Puerto Rico, donde ha sido casi imposible ganarse el respeto de los boricuas de la isla.
“En Chicago los barrios son muy separados. Hay barrios afroamericanos, hispanos, blancos, y muchas veces nosotros desde el grupo tratamos de romper esa frontera, es parte del trabajo”.
La diferencia de idiomas es el resultado de la colonización del territorio americano y caribeño por parte de los imperios de Europa. A partir del siglo XVI, después de que la mano de obra esclava indígena comenzara a perecer ante enfermedades endémicas los negros fueron enviados a América.
Según National Geographic, más de 12 millones de personas fueron traídas al continente desde África hasta el siglo XIX para trabajar en las plantaciones de azúcar, algodón, entre otros rubros que generaron riqueza para los colonos. Otros eran destinados al trabajo doméstico. Muchos individuos perecieron en los barcos en camino a una vida de trabajo forzado.
Las zonas del Caribe fueron los primeros lugares a donde llegaron. Luego a Brasil y otros territorios que conformaban el Nuevo Mundo. Los esclavos provenían de Camerún, Congo, Nigeria y Ghana según un estudio.
En todo el continente americano se habla inglés, francés, portugués y en su mayoría, castellano. Los africanos a lo largo de los siglos aprendieron el idioma del lugar donde fueron llevados. De acuerdo al Instituto Cervantes, el 7,6% de la población mundial hablan el idioma del rey.
En su historia hubo revueltas sin resultado inmediato. Fue hasta el siglo XIX, en Haití, donde se comenzó a abolir la esclavitud durante 1803. La acción se replicó en el resto de los territorios de Hispanoamérica Continental, encabezados por México y Chile en la década de 1810.
En Estados Unidos no fue hasta 1863 que era ilegal la trata de esclavos, país que atravesó un proceso de segregación profunda más de cien años después.
“Mi visión es que haya una conexión entre los afrodescendientes sin importar el idioma que hablamos. Debemos dejar de ver nuestras diferencias“, dice Angie cuando se le pregunta si más allá del idioma, hay algo que divida a la población afro en América.
Por los momentos, se trata de un sueño. Pues el colorismo divide a la población hispanoamericana. Un informe del Pew Research Center, revela que los latinos de piel blanca son menos discriminados. Los de raza negra han padecido cierto rechazo incluso de la comunidad hispana en Estados Unidos.
Julio Flores, un pequeño empresario venezolano que vive en la costa de su país de origen, piensa lo mismo. “Muchos dicen que en Venezuela no hay discriminación hacia los negros y es verdad, a uno lo llaman negro y no hay ofensa como en Estados Unidos, pero a muchos se les dice que se casen con un blanco para mejorar la raza”.
Flores luego se ríe y cuenta que se casó con una mujer de piel más clara no por obligación, sino porque “lo volvió loco”, confiesa sentirse más tranquilo debido a que sus hijos “le salieron igual de negritos que él”.
El idioma es la única barrera. Pues para Pérez, del grupo musical Bomba con Buya, hay “muchas cosas en común”. El problema surge cuando no se sale de la “cuevita”.
A pesar de todo, los afrodescendientes además de compartir rasgos culturales similares, padecen de los mismos problemas. “Tenemos que encontrarnos en lo común y no en lo diferente”.
Tanto Angie como él, emplean el code siwtching y no porque se avergüencen de sus raíces sino porque dependen del contexto para comunicarse efectivamente. De hecho, durante la entrevista con Hypertexto, a ambos se les escuchó emplear algunas expresiones dignas del spanglish.
Julio Flores, como vive en Venezuela, no recurre a esa práctica. Aunque si estuviera en Estados Unidos lo replicaría porque de lo contrario nadie lo entendería. “Hay que adaptarse al sitio donde uno está. Así es como se sale hacia adelante”.
Esto también lo han hecho diferentes afrolatinos que han alcanzado la fama bien sea por medio del ámbito artístico, deportivo o científico.
Una de ellas es la actriz de Hollywood, Zoe Saldana. En una entrevista expresa el orgullo de sentirse latina y negra aunque no le gusta dividirse en ninguna de las “categorías”. “Soy estadounidense, mujer, latina, latina negra». No. Soy Zoe”.
El basketbolista de la NBA, Carmelo Anthony, de origen afroboricua, cree que los afrolatinos se están dando a conocer. “Ahora estás empezando a ver más de una raza mixta. Necesitamos eso. Los tiempos son diferentes, diferentes personas se enamoran de diferentes personas y necesitas más de eso”.
No obstante, aún hay discriminación. Al menos eso dice la cantante y activista, Amara La negra. “No ha habido un cambio”. A su juicio, para la comunidad afrodescenciente no hay igualdad de derechos por el hecho de ser tratados con desdén y rechazo. “Esto es frustante”.
Pese a las dificultades, José Celso Barbosa se convirtió en médico, sociólogo y político. Fue uno de los primeros puertorriqueños y personas de ascendencia africana en recibir un título de médico en los Estados Unidos.
Otros representantes de la cultura negra en Hispanoamérica son aquellos íconos del reggaetón, un sub género que surgió en las calles. Es conocido mundialmente como la salsa. Tego Calderón y Don Omar son un ejemplo. Salseros como Oscar D’ León también han contribuido.
Más allá de su raza es el eclecticismo cultural que además de originar sonidos únicos, también han ganado el corazón del resto del mundo. Sin importar el ámbito, la afrolatinidad es representada por ciudadanos que dejan su sello.
A medida que pasan los años los afrolatinos son más visibles y no solo en el ámbito cultural, sino también político y social. Un ejemplo de esto es Epsy Campbell, en el 2018 su nombre resaltó en los titulares de muchos países por convertirse en la primera mujer afrodescendiente en ejercer el cargo de vicepresidenta en América Latina.
Su premisa fue simple: “Ser la voz de las minorías”. “Soy una afrocostarricense y creo que eso muestra que este es un país diverso y, por tanto, la diversidad tiene que manifestarse en las estructuras de poder”, dijo en una entrevista a BBC Mundo.
Rosas es la imagen de Negra como yo, y en su podcast no solo se encarga de hablar sobre el amor propio, sino también de temas relacionados a la población afrolatina.
Negra como Yo dejó Venezuela, pero Venezuela no se fue de ella. En su manera de hablar y en su personalidad destila el tricolor. Está residenciada en Barcelona, España y desde ese rincón del mundo intenta plasmar lo que es realmente ser afrolatino.
“Para mí la afrolatinidad es el reconocimiento personal de los latinos a nuestra descendencia afro”,afirma. Con su podcast quiere demostrar que todos los afrolatinos tienen sentimientos parecidos y nada la hace más orgullosa que mostrar sus raíces.
Rosas afirma que conocer la historia significa “que si tú no conoces tu historia no sabrás a dónde vas”, enfatiza.
Gisette con su alegría admite que América Latina no es una zona libre de racismo. Cree que el racismo ha mutado y que aunque no sea tan visible como antes, continúa muy presente dentro de la sociedad.
“Es que cuando viene una señora y te dice que te busques un blanco para “mejorar la raza”.Indirectamente te está diciendo que ser negro no es bueno y aunque lo tomamos como “gracioso” no es así, porque es racismo”, destaca.
Negra como Yo trabaja en pro a la igualdad y asegura que eso no pasará de un día para el otro, apunta a la paciencia y a la tolerancia.
Su podcast es un paseo por el hecho de ser afrolatino. Ha tenido el placer de entrevistar a personas como Edna Liliana Valencia, periodista de France 24, Neus Rubau y Shirley Campbell Bar.
Se siente orgullosa de ser afrovenezolana, mujer e inmigrante. «Tal vez si no exaltara esas tres cualidades no sería quien es ahora».
Los afrolatinos continuarán movilizando y rompiendo barreras culturales, sociales y políticas. Sin importar el ámbito en el que se estén moviendo, ni la parte del mundo en donde se encuentren están demostrando ser una comunidad fuerte y con afán de hacer las cosas diferentes.
*Co-escrito con Eilidibeth Córdova