«En Venezuela todo nos da risa, incluso nuestras desgracias», reza el imaginario popular de ese país. Medios de comunicación también ha replicado la creencia. Las redes sociales son las plataformas para vender el humor.
Algunos de los contenidos en Facebook, Twitter, e Instagram, creados por usuarios saltan a la fama. Mientras, los receptores retroalimentan el mensaje de manera ácida en torno a temas como la crisis que atraviesa la nación sudamericana.
Sociólogos del mundo han investigado esporádicamente los conceptos de humor y risa durante varias décadas. Incluso han utilizado concepciones filosóficas, psicológicas y lingüísticas para discutir y explicar diferentes acontecimientos sociales.
De acuerdo a Iddo Tavory quién es Profesor Asociado de Sociología y Director de Estudios de Postgrado de la Universidad de Nueva York, los chistes pueden ser «formas para que la gente construya una historia compartida y una solidaridad basada en experiencias y símbolos compartidos».
Es común que cualquiera comparta, sea en el mundo offline o vía online, alguna imagen, cuento, chiste, video o texto que evoque la risa.
Si alguien relacionado con algún acontecimiento político, científico, religioso, deportivo, o artístico, muere, se enferma, mata, u opina, posiblemente puede ser sometido a la burla.
Sobre todo en imágenes y terminan almacenadas en teléfonos o computadoras para que los usuarios interactúen entre sí.
Las bromas también se ven en reconocidas páginas como Ni tan tukyy, Venezolanisimo, Solo en Venezuela, y otras en las que se produce contenido bajo el sello «humor venezolano». Además Instagram y Facebook son de las redes más utilizadas para compartir chistes acerca de la inseguridad, pobreza y desigualdad en Venezuela.
La libertad en internet permite que una determinada información sea masificada en cuestión de minutos. Podría hablarse de catarsis, pero también de la reproducción de un mito.
«(…)El humor requiere siempre de información, del manejo de ciertos datos y del conocimiento de la realidad a la que alude. Viene a ser el descubrimiento sorpresivo de que las cosas no son como se pensaba qué eran, porque de alguna manera corre el velo y muestra lo que hay detrás», manifestó el humorista venezolano, Laureano Márquez.
“El humor es una manera de hacer pensar sin que el que piensa se dé cuenta de que está pensando”, dijo el también humorista Aquiles Nazoa, quien publicó diversas obras a mediados del siglo XX.
Las redes sociales se han convertido en los nuevos medios para los llamados influencers. De allí han surgido perfiles como el de Javier Hala Madrid, Marko, Led Varela (quien ya había trabajado en televisión y radio), Ricardo Del Bufalo, Kevin Monsalve, quienes en su mayoría no solo promocionan sus shows sino que producen contenidos para ser distribuidos online.
Cada uno cuenta con un estilo diferente. La variedad de públicos también es distinta. No obstante, su característica principal, es el filtro. Todos son opositores al chavismo, movimiento político que ostenta el poder en Venezuela.
«El bochinche se siente especialmente cuando viene desde el poder. Quien ejerce el poder en una sociedad da las pautas del ejemplo. Por eso vivimos hoy el extremo del caos, del desastre y de la irresponsabilidad», señaló el escritor Rafael López Pedraza.
Para López Pedraza, también psicoanalista, quien tiene la responsabilidad de dirigir los destinos del país es quien precisamente ejerce con mayor desvergüenza el «bochinche”.
De acuerdo a este precepto, humoristas contemporáneos están en el derecho de criticar al gobierno.
No obstante, algunos comediantes como La Titi, entre otros, han estado inmersos en polémicas debido a falta de éticas y también por tratarse de casos de corrección política, entendida como las medidas del lenguaje y políticas que tienen por objetivo, no ofender a personas pertenecientes a grupos sociales vulnerables.
La Vero Gómez, quien ocupa un podcast llamado de «A toque», estuvo sometida al escarnio público luego de haber comentado junto a su compañero, el nombre del hijo de unos actores venezolanos en plan de burla.
Algunos usuarios la defendieron alegando que se trataba de solo humor. A lo que el humorista español Darío Adanti, atribuye a la ficción como aquel lugar ideal donde no hay cabida para la ofensa.
«Los límites a la libertad de expresión no lo ponen los ofendidos», tuiteó el especialista en medios, Luís Carlos Díaz.
A pesar de todo, investigadores han determinado que el contenido tildado de humorístico, puede causar una risa poco espontáne, cambio de dinámicas sociales en el entorno laboral, así como la sensación de adaptarse o incluirse a un círculo, influyen.
“La configuración de grupo es un excelente ejemplo de dónde brilla la risa falsa», escribió Daniel Uwanamodo en su ensayo Sociology of Laughter and Humor. «La risa falsa es cuando las personas (o un individuo) realizar la acción física aislada de la risa en una situación donde no percibes el humor».
A su juicio, a simple vista no se puede determinar si esa reacción es fidedigna. Pues ambas formas pueden sugerir cosas sobre un individuo, verdadero o no.
En Reglas para la observación de hechos sociales, el segundo capítulo de Las reglas del método sociológico, el sociólogo francés Émile Durkheim propone que los objetos de observación para cualquier sociedad deben ser hechos sociales.
Posibles risas falsas podrían no percibir el humor, pero según Durkheim, todavía se sienten obligados a unirse a otros y reír si eso es lo que otros están haciendo.
Ciertamente, el humor como género conlleva arduas producciones, pero el fin es el mismo. Reírse de la crisis del país, crisis que se arrastra desde su nacimiento, es burlarse de una desgracia.