La influencia de Corea del Sur en los últimos años se debe al K-Pop, un conglomerado cultural que comprende música, moda y cosmética. La juventud del mundo canta, baila y viste un estilo característico, producto de la globalización.
Ya en 2012, las exportaciones de bienes culturales hacia Europa, Estados Unidos y el resto Asia, alcanzaron USD$794 millones de acuerdo al Bank of Korea, cifra más alta que la del sector de tecnología e información, que fue de USD$424 millones.
Ahora en 2019, tan solo la banda más popular, Bangtan Sonyeondan (BTS), o boy scouts a prueba de balas en español, ha generado USD$ 4.650 millones, según The Hollywood Reporter.
Estos exorbitantes números son el resultado de una historia que se remonta a finales del siglo XIX, cuando un misionero estadounidense, Henry Appenzeller, enseñó en una escuela canciones populares de su país pero traducidas al coreano, llamadas changga.
Posteriormente la península fue dominada por la ocupación japonesa, el cancionero surgió como expresión de protesta. Luego de la guerra de Corea, el sur se influenció de la cultura occidental ante la construcción de bares, también por visitas a soldados como las de Marylin Monroe y Louis Armstrong.
En la década del 60, cantantes como The Kim Sisters, Yoo Bok Hee y Patti Kim, exportaron por primera ve la música popular, dominada por el country, blues, jazz y rock & roll, a Estados Unidos. Tras este surgimiento, las tendencias musicales de los años siguientes fueron el folk, las baladas, el rap y el tecno.
Entre 1995 y 1997 se fundaron las grandes empresas de entretenimiento S.M. Entertainment, YG Entertainment, JYP Entertainment, creando grupos como H.O.T, Sechs Kies, S.E.S, NRG, entre otros que conquistaron el mercado asiático.
Ya a inicios de los 2000 hubo un declive hasta 2005 cuando Super Junior, Big Bang, Wonder Girls, Kara y otros, iniciaron una segunda oleada pero fue hasta 2012 que PSY y el tema Gangnam Style sacudieron el mundo.
El sociólogo Martín Ariel Gendler, publicó en 2017 un ensayo breve que permite comprender el fenómeno del K-pop. «Si bien los resultados fueron auspiciosos, cabe destacar que estas estrategias más de tinte tradicional fueron acompañadas por una mayor digitalización de la producción», escribió.
Las tiendas online de corte nacional e internacional fueron parte de una planificación pero Youtube fue el trampolín del K-Pop. Y es que el video de Gangnam Style fue el primero en alcanzar los mil millones de visitas, siendo este el indicio de un acercamiento entre la industria y las plataformas digitales como estrategia que se enfocó en el acceso gratuito del contenido.
Esto fue parte de una lucha en contra de la piratería que finalizó con el cierre de MegaUpload y The Pirate Bay en 2008 y 2009 respectivamente. «Estos procesos no serían ignorados por las productoras musicales coreanas quienes vieron en Youtube un canal global de distribución de contenidos que podría ayudar a la tan ansiada penetración en mercados fuera de Asia».
Gracias al pop coreano, concluyó Gendler, Youtube consolidó el modelo VEVO, una plataforma administrada por Google, Sony Music Entertainment, Universal Music Group, entre otras trasnacionales, agudizando la profesionalización de producción además de generar ingresos publicitarios.
«Este hito consolidó el rol de Youtube dentro del ecosistema de medios conectivos, mejoró su algoritmo y permitió signar y desplegar diversos medios, plataformas digitales y prácticas (y no otras) que acompañen a cada nuevo video musical, performance en vivo y/o premiación de los diversos grupos”.
La historia no termina allí. Pues el K-pop forma parte del imaginario popular estadounidense. En 2018, BTS conquistó el primer lugar en ventas con el Álbum, Love Yourself, además un premio al mejor artista en redes sociales en los Billboards Music Awards.
El disco está cantado en coreano, por ende es el primero en lengua extranjera que lidera una lista de este tipo desde que los italianos de Il Divo lo lograran con Ancora hace 12 años.
Durante 2019 la boy band ganó la primera posición por tercera vez en menos de 12 meses con otro trabajo titulado Map of the Soul: Persona, récord que era ostentado por The Beatles.
Según La Agence France-Presse (AFP), en 2017 el grupo sumó un número mayor de menciones en Twitter a las del presidente norteamericano Donald Trump y el cantante canadiense Justin Bieber juntos.
El Midyear Report de Nielsen indicó que la Hallyu, término que denota la influencia coreana en el resto del mundo, alcanzó una nueva masa crítica en 2019 debido a «supergrupos» como BTS y BlackPink.
Ambas agrupaciones aspiran llegar a la la próxima edición de los próximos premios Grammy en 2020. De hecho BTS tuvo un primer acercamiento a inicios de este año al entregarle el premio a H.E.R por el mejor álbum de R&B.
La votación que permitirá saber lista de nominados culminará el próximo 10 de octubre y según Billboard, BlackPink podría formar parte. En cuanto a BTS, el grupo ofreció una entrevista a Rolling Stone, donde manifestó que sería un sueño ganar un Grammy además de presentarse.
Sin embargo, esto no significa que pueda ser una realidad. Al menos un presunto crítico de la Academia, lo manifestó de acuerdo a una nota, argumentando que no se premia la popularidad sino la calidad musical.
La crítica se centró en que BTS es solo una moda del momento y por ende, en 10 años, «nadie» recordará al grupo surcoreano salvo a su numeroso grupo de fans, conocido como Army (Adorable Representative M.C. for Youth), al cual se le atribuye el éxito de la banda por apoyarla a través de monumentales campañas digitales de votaciones para premiaciones y nuevos lanzamientos.
Este fenómeno no es nuevo, solo es una adaptación a las nuevas tecnologías. Un ensayo publicado por la Universidad Rey Juan Carlos titulado La construcción de la identidad juvenil a través de la música, lo explica mejor.
«La música actual, de igual forma que la cultura, sigue una política y una estética del fragmento y también, como escribió Baudelaire, de lo efímero, lo fugaz y lo contingente pero es vendida como mercancía cultural de primer orden, como simulacro artístico», escribieron los autores Jaime Hormigos y Antonio Martín Cabello.
Es por eso que, el dinamismo social vincula la transición de modas «provocadas» y una democratización de la cultura, generando estéticas musicales fugaces.